viernes, 1 de abril de 2011

Backup

Verónica ahora se pasa el día entero en internet, busca fotos, lee blogs y mira porno de vez en cuando. Su madre a veces la llama bien entrada la mañana para pedirle que se engulla un desayuno que a ella no le gusta en absoluto. Luego vuelve otra vez a estar pegada frente al ordenador que a medianoche seguirá prendido junto con ella. De ese modo su vida se ha convertido en un rutina extrema de dar clics y alzar la vista, de cambiar de ventana, de presionar un par de teclas, de comentar para llamar la atención y revisar cada cinco minutos si ya le han aprobado el comentario. Debe ser la cuarta noche que apenas sale de su habitación, va sucia y con greñas. Incluso la música es la misma desde hace diez horas.

Alguien la llama al teléfono y la invita, sin mucha convicción, a salir, a ir a una fiestita de discoteca vespertina y termina negándose poniendo la excusa de que tiene que hacer mucho. Vuelve otra vez al Google, al Facebook y da unos seis f5 para ver quien ha actualizado. Diez minutos, f5, quince minutos, cambia de ventana, veinte, mira el comentario, treinta, nadie dice nada. Internet detenido y ella aún con la cara apoyada sobre un brazo. Se da cuenta de la monotonía y lo primero que hace es cambiar de música, luego mira atrás y ve un desastre enorme en su habitación que hace semanas no limpia. Recoge un par de pantalones y camisas que amontona en un cajón de ese armario junto a su cama, no lleva nada más. Un tacho de basura rebalsa pidiendo clemencia. Mira el reloj que marca las cuatro y media de la mañana. Vuelve al internet y abre el mensajero instantáneo que muestra cero conectados y se pone más tensa aún.

Llega el viernes y Ana ha venido a sacarla de la habitación a petición de su madre. Ella con algo de prisa cierra la última ventana del navegador. Ana le dice que si pueden salir esa tarde, que van a ir a conocer un par de tíos muy buenos y tal vez al súper. Quizá aceptar sea un respiro se dice y apaga todo, las luces, el portátil y el modem inalámbrico. Después de dos infumables horas, la fiesta y los tíos la aburren y lo único que desea en ese momento es estar pegada nuevamente en su portátil negro marca Evolution haciendo cosas útiles. Vuelve sin avisar, dejando a Ana en un estado de absoluto descontrol mental, físico y esfinteriano, y se sienta frente a esa pantalla brillante que muestra un aviso de “Iniciando”. Un escritorio y un sinfín de iconos invaden sus ojos, para luego ir directamente sobre el navegador. Abre el Reader y por fin el corazón le late con más calma.

Lee el siguiente capítulo de “Drogas Duras” y se siente satisfecha a más no poder. Programa una canción en un idioma extraño, empieza con el primer foro, luego con el segundo y así con el tercero, y el cuarto hasta que se cansa porque sus mensajes nadie los ha respondido. Vuelve al Google y termina escribiendo unas palabras. Una sucesión de letras imposibles de leer pero que arrojan tres únicos resultados. Como le parece extraño pincha en uno de ellos y el programa antivirus salta haciendo un ruido descomunal. Da en el siguiente link, que la lleva a una página en blanco primero y luego la foto de una muchacha colgada de una viga firmada por alguien con S10. Y espera que la tercera sea lo que está buscando. Una página de fondo rojo y letras blancas con una imagen al centro le da la bienvenida. La imagen en otra ocasión, en otro tiempo solo habría sido considerada escandalosa pero ahora eso podría significar no volver a ver la luz de ese sol terminándose. Se lleva la mano a la boca y respira entre los dedos cegada por la emoción, porque después de tanto tiempo lo tiene, lo ha conseguido. Desconecta el neurotransmisor de su cabeza y se hecha en la cama desordenada mirando al techo podrido por una cañería mal reparada. Mira alrededor. Coge la limonada de la semana anterior y se la toma como si nada. Algo le ha cambiado el rostro, y hasta sonríe; se acuerda de alguien que debe estar esperándola y coge el móvil y dice unas palabras que no suenan a nada. Escucha un tumulto en los pisos de abajo, algo así como un disparo. Cierra la puerta y se asegura de poner bien los balones de gas cerca de la puerta, apaga la luz y saca un cigarrillo que enciende cerca de algunos montoncitos de papel de verdad. Remueve otro montón de ropa de cerca de la pared y encuentra un libro, y cuando lo saca de su lugar una sucesión de enormes volúmenes caen hasta llenar esa habitación donde ella, su cigarro, los libros y los balones de gas esperan a los del 451. La siguiente cerilla se apaga y enciende otra.

Recibe una llamada. Es Ana que está preocupada por ella porque han anunciado una redada cerca de su casa. Está preocupada y rogando que nadie le haya colado un libro o algo semejante; lo peor dice es que su vecino, un tipo raro, se ha escondido en su casa y la turba está abriéndose paso a pesar de los barrotes. Algo suena más fuerte cerca de Verónica y Ana le pregunta sobre ello. Cuelga el móvil diciendo que hay interferencia. Marca más números y dice las palabras. Más ruido y cientos de pisadas subiendo por las escaleras metálicas; el sonido inconfundible del enjambre. Un tropiezo, un bulto pesado cayendo sobre otro y sobre otro, miedo, respiraciones agitadas miedos, verdades, mentiras. Enciende el Evolution negro y se conecta otra vez a la red. Un tipo muy elegante y oculto como ella, con libros, balones de gas y cerillas emite un manifiesto a través de Internet.

Mucha gente va a morir hoy, gente que prefiere la muerte a la felicidad postiza de un mundo que se ha consumido en el fuego del conformismo. Queman nuestros libros, nuestras vidas y nos obligan a no pensar. Nosotros elegimos morir…

Algo en el monitor de esa casa se mueve y la imagen se borra unos instantes. Ella enciende el siguiente cerillo, casi puede sentir a la gente oyendo a través de las paredes para descubrir su puerta.

... pero muchos no, muchos aún prefieren vivir sin saber porque, sin saber que decir…

Un tipo tantea la puerta real, y pasa, otro más y otro más. Ella se acerca a la rendija y lo ve todo con terror. En el video irrumpen miles de personas y se echan sobre el hombre hablando.

… sin saber que nos hemos destruido completamente.

En ese momento un cerillo que sale de la camisa de ese hombre cae en el primer balón de gas, y explota. Una línea de color blanca recorre el monitor de arriba hacia abajo. Los hombres afuera, respiran y siguen el olor de los libros para encontrar la ratonera.

No lo puede negar, debería estar orinándose de miedo. Nadie está preparado, nunca, para semejante espectáculo, nadie puede soñar siendo descuartizado vivo en un par de segundos, porque es imposible saber que te desgarran primero, no, esas son sensaciones que ni siquiera se pueden imaginar. Pero siente que ha llegado el momento de olvidarse de lo demás, dejarse llevar en ese mar humano que lo arrastra todo sin piedad. No tiene sentido luchar contra la corriente cuando eres insignificante. Otro disparo. Como podría habérsele olvidado a su padre decirle que le estaba dejando un legado tan trágico a ella y a su madre; era sencillo, era un completo idiota. Ahora su madre estaría implorando para que toda esa gente se largara de su casa de dos pisos sin piscina que no terminaban de pagar. Pero nadie se iría hasta que la encontrarán a ella. ¿Dónde se habían metido? Ya era hora de que salieran a la vista. Rezó sin saber cómo y empezó a creer en dios, increíble, eso le parecía sobrenatural. Y finalmente oyó el traqueteo constante de algo que hacía añicos su casa y a todos dentro. Habían llegado, se habían tardado pero estaban ahí para decirle que la revolución era cierta, que tenían esperanza y que al menos moriría por una razón. Quizá algún día… dejó de pensar en algún día, porque se le antojaba lejano, inalcanzable, sueños. Ella odiaba soñar, su padre había sido un soñador y ya veía en que la había metido. Que importa ahora, dijo al aire, estás diez metros bajo tierra, sólo espero que alguna vez en tu vida hayas tenido razón.

Salió por la puerta trasera de su habitación y lo vio, como el fotograma de una película, encaramado al tejado de la casa vecina con una sonrisa amplia y aún manchada de algo negro que le besaba los labios y las mejillas. Una felicidad auténtica que no se podía describir pero que podría decirse que sólo se siente una vez en la vida. Lo demás serían sólo repeticiones estériles con el fin de alcanzar esa felicidad. Santiago, el apóstol, la miraba, siempre la miraba. Ella no quiso volver la vista atrás hasta que vio que su madre estaba regada delante suyo con algo más que agujeros en el cuerpo; su madre, su preciosa madre que se había casado con un lunático por fin se iría a descansar en paz. Entonces comprobó que las paredes de su casa eran perfectamente comparables con una coladera. Luego vio al resto, a Iris y Lila saliendo del agujero de la cloaca, con la misma sonrisa descarada de quien es feliz infinitamente.

- Van a matarme un día de estos – dijo sin evitar sonreír.
- Cariño – dijo Lila moviéndose el cabello a un lado – esto apenas empieza. Y mejor que estés lista, hay miles de nosotros cerca del XX festival de quema de hojas de papel.
- Ya te puedes imaginar lo que vamos a hacer – Santiago se acercó hacia ellas - ¿o no?
- Ya sé que aman morir, pero cada vez que salgo de una backup, tengo una sensación de que soy más máquina que ser humano. Aunque es sólo eso, una sensación de que dejo algo cada vez que me sacan de una expendedora de gaseosas. ¿Alguien ha visto mis paquetes de C-4?

6 comentarios:

  1. Buen relato. Actual, comprometido,...
    Gracias por tu visita.

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  2. @Raúl: Un gusto verlo por aquí, y gracias por su apreciación. Lo sigo leyendo.

    Un saludo

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  3. la emocion in crescendo casi me deja sin aliento. hay que leerlo aguantando la respiracion para que al final, luego de la ultima palabra, uno exhale completamente satisfecho. felicidades.
    p.d: puntos extras por la foto de mi amor platonico, mila kunis

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  4. @ludobit Estoy empezando a considerar que no soy el único que anda colado por Mila Kunis...

    Un gran saludo, y gracias por pasar y leer.

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  5. Que miedo, de donde sale todo esto?, me entró la curiosidad.

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  6. bellarte: Creo que no sabría como definirlo o expresarlo. :P.

    Abrazos, un millón.

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