domingo, 8 de abril de 2012

Torukia

Las noticias siempre son desalentadoras. Ahí es donde radica su importancia. Lo que vende es cuan desgraciado es el tipo o la nación que lo sufre. Y no es de hoy día, esto viene desde hace ya bastante tiempo. Y como lo odio. Lo odio más incluso que a mi vida, que a las cucarachas en los hoteles de lujo, a la sangre, a los huevos en el desayuno, lo odio por sobre todas las cosas. Pero al mismo tiempo lo amo. Porque sin él no habría ni hoteles de lujo ni cucarachas, ni sangre, ni huevos en el desayuno. No habría nada, y ahora mismo quizá estaría tres metros bajo tierra en una conversación placentera con hormigas.

Puaj!.

Y - le digo, al tipo de la entrevista - esa es mi opinión sobre el periodismo. Es lo que creo de toda esta maquinaria sangrienta de hacer mentiras. Que más da si es por dinero o por fama, lo importante es que son, somos la expendora de mentiras más rentable jamás creada. Pero y aquí su lado bueno, nos da de comer, además de enseñarnos con absoluta precisión que vivimos en un mundo de mentiras eternas, que no importa cuanto hagamos, un día se va a terminar y nosotros con ellas. Y entonces el tipo dice que me llamarán.


Ahora camino por mercados callejeros asquerosos, llenos de ratas, de basura en las cloacas y un hedor asfixiante de cinco de la mañana. La gente se agolpa frente a los puestos menos sospechosos, aquellos que tienen la insignia de la sanidad ondeando libremente por encima de las carpas y se entregan a un regateo feroz por conseguir alimento mas barato. Me detengo en el preciso momento en el que un niño de diez años, con la mirada en el cielo, quizá hasta en ese banderín blanco de la sanidad extiende una mano que se pierde en el bolsillo de alguien. Y un segundo después con un sólo respiro camina calle abajo, con la cartera llena de monedas de peltre. Sigo caminando, es invierno, pero siento la camiseta mojada, el sudor cayendo bajo la frente y el pesado bolso que se hace cada vez mas pesado. Otra vez me quedo paralizada mientras veo correr a varios agentes de sanidad hacia un tumulto en alguna parte. Los veo empujando, metiendo prisa y golpeando a quien no se mueva, y luego cayendo como una tribu de endemoniados sobre una carpa que no tiene el gran dragón negro símbolo de la sanidad.

Continúo. La gente tiene miedo y yo las entiendo. La última expansión del carbón es ya historia. Es como si el gran temor de la humanidad se hubiera hecho realidad de un día para otro, y luego todos esos controles para evitar la infección por el gorgojo modificado de GenTime. Y nada de eso había funcionado, el gorgojo era imparable, se movía con la habilidad de una gacela y la furia de un dragón. De ahí el símbolo de la sanidad. Y luego cuando el mundo apenas se empezaba a dar cuenta, no existían más árboles, ni arbustos ni casi plantas verdes. Tan sólo algas de mar. La humanidad se murió de hambre y entonces aparecieron las industrias de la nostalgia prometiendo comida, y calorías. Fábricas de calorías. Arroz modificado. El prototipo G-435 que costaba millones de monedas de peltre. Los gobiernos desaparecieron y los paises del mundo se limitaron a existir, controlados por GenTime, AgriGen y ProGen norteamericanas, y luego las mafias niponas y rusas. Y de todo eso nacimos nosotros, de una crisis que los mass-media se encargaron de ocultar hasta que fue demasiado tarde. Ahora vivimos en oscuridad, pendientes del mañana que puede ser más tarde. Pendientes de la roya que muta con temible facilidad.

Finalmente llego al barrio de Amarillos inmigrantes. Cientos y miles de balsas se alinean a orillas del Magré. Todos ellos enlazados por cuerdas que los mantienen a salvo de la corriente y que en verano se balancean peligrosamente por la fuerza del río. En las noches danzan como las antorchas de un ejército que implacables esperan el momento de atacar, y luego muy al frente, en la orilla opuesta, los rascacielos se elevan imponentes. Aunque ahora no sean más que cadáveres de concreto, vacíos y oscuros. Otrora símbolos del poder del carbón que yacen taciturnos bajo el paso de los dirigibles que se mueven hacia el horizonte.
La balsa del Amarillo se aventura en la corriente, el aire golpea su rostro cansado y somnoliento mientras sus brazos reman incansablemente hacia la orilla opuesta. Y con él, una procesión de muchos Amarillos reman la red de transporte del Magré. El hexágono amarillo.

- Llegas tarde - el acento casi extinto Suní me recibe entre la multitud - muy tarde - puntualiza.

Subimos al rickshaw jalado por un hombre inmigrante tailándes que se abre paso por mercados mejor controlados y mejor dispuestos, todos sin excepción ondeando el dragón negro del Ministerio de la Sanidad. El rickshaw recorre las calles a mucha velocidad, pasando de una calle a otra en cuestión de segundos. El tailándes conoce su trabajo mejor que nadie. Los puestos expenden frutas verdes y arbustos curados contra el gorgojo JQ89 de AgriGen pero no son mas que imitaciones genéticas de posibles copias sacadas de libros incompletos de la era de la Expansión del Carbón. Finalmente el tailándes se detiene en una calle y delante de él varias docenas de bocinas de rickshaws exhalan quejas. El tailándes gira y nos mira con elocuencia.

- Caminaremos - me dice. - es un maldito accidente.

Caminamos pasándo docenas de rickshaws atascados en la vía con sus tailándeses quietos y con la mirada fija delante, mientras sus pasajeros se remueven ansiosos en sus asientos. Pasamos por delante de expendedores de amuletos Tai, curanderos Africanos vendiendo huesos humanos y tiendas de videntes con sus llamativas serpientes secas en la puerta. Seguimos pasando por letreros gigantes ofreciéndo estatuas de RayGú Protector contra la Roya Humana GenTime y su última actualización. Pronto me quedo mirando el Buda rojo que me observa desde su estante vidrioso y desgastado. A su lado media docena de figuras Tais de la Pre-Exapansión inmóviles parecen dirigirse al Buda. Seis Peltres - señorita - dice alguien detrás de mío. Un Tai. Gracias le digo con una inclinación, y empiezo a caminar nuevamente. Un Tai aparentemente sano, excepto por las aberturas propias de la Roya Nipón que desfigura la cara y los brazos.

- No te detengas, por ningún motivo.

- ¿Porque no? - respondo casi sin pensar.

- No sabes con que versión de roya te puedes topar aquí. Aunque controlemos la entrada, es imposible saber si algún hacker no haya logrado ocultar la infección en alguna otra parte. Lo lamentarías - dice finalmente Kun-San, mientras me toca el rostro.

Llegamos a una bifurcación, y entonces el camino se vuelve diferente. Las calles estrechas se amplían a increible velocidad. Las casas se tornan diferentes, más sólidas, limpias y grandes. Estamos entrando en la antigua Expansión y la parte menos conocida del reino. Pronto llegamos a casas incluso más grandes y mas espaciosas, con jardines llenos de verdes extensiones de vegetales y flores. Brillantes, nuevas formas de rebosantes jardines Bonsai.

- Vaya sorpresa. Eres muy escurridiza, como esos peces japoneses que tanto te gustan. Y aunque no estoy sorprendido por que finalmente hayas escogido volver, me sigo preguntando que te trajo aquí. Este ya no es lugar para los de tu clase, te fundirían en un abrir y cerrar de ojos. Las ferias de carne... - finaliza.

- Necesito ayuda, Khun Maii.

- Y que clase de ayuda es la que necesita una chica como tú, mecánica y perfecta. Quieres salvarte de la muerte, pero eso no es posible. Nadie puede escapar de ella - la mira aprehensivamente, y el tono de su voz cambia, se hace melodioso y paternal - pero siempre hay una oportunidad. - De repente vuelve el tono neutral de la voz - Además tampoco tengo tanto poder. No puedo hacer nada por ti.

Doy la vuelta, escojo nuevamente el camino rodeado de plantaciones verdes y empiezo a caminar lentamente. Las rosas sin espinos llenan los campos, rojas, blancas y violetas, en perfectas filas en perfectos grupos. Miro alrededor y veo las colinas verdes infinitas. Aún sueño en que todo eso sea verdad, pero no. Los Kahasar construyeron espejos capaces de guardar recuerdos, una especie de memorias magnéticas en vidrio, visuales, como si fuesen enormes proyectores de imágenes que pasaran lentamente. Y eso es lo que son esos inmensos campos. Ilusiones en vidrio.

- Te lo dije. Está arruinado. Además - me mira expresivamente - la roya lo está matando, algúno de esos bichos se coló casualmente en sus pulmones - dice, mirando la ciudad que ya se mueve a fuerza de muelles percutores.

La Roya Humana debió haber sido la evolución de alguna enfermedad, aún hoy, nadie sabe muy bien de donde provino. Quizá ProGen y sus amigos de occidente, quizá las mafias nipónas o rusas. Quizá sólo la naturaleza. Nos sentamos en un balcón que mira hacia el ocaso, hacia el mar que sigue siendo surcado por dirigibles, o por barcos saltadores, impulsados por muelles percutores que tardaron años en ser llenados de suficiente energía para mover transportes. Muelles percutores que usan algas marinas, la única especie verde existente sobre la faz de la tierra, la única capaz de guardar energía. Aún así, el mundo se ha detenido, ya no se mueve tan rápido y lo que pasa más allá del horizonte es demasiado lejano para conocerlo. La era Internet ya no existe, se acabó con el gorgojo y la roya que fueron cada vez más rápidos. La roya que hacía vomitar tus pulmones en pedazos sangrientos.

- ¿En que piensas?

- En el pasado. En las cosas que podríamos haber tenido, y que ahora sólo vienen a mí en sueños. ¿Acaso el futuro no debería ser mejor?. Mi padre adoptivo creía en el futuro, decía que un día nuestras vidas cambiarían, soñaba con las estrellas. Decía que los hombres habían llegado a las estrellas en alguna época anterior a la nuestra. ¿Como es eso posible?.

- No lo sé.

La tarde cae como un manto sangriento sobre Torukia, la ciudad de los sueños perdidos. El último refugio del mundo, libre de los fabricantes de calorías. Y pienso que voy a extrañar estas cosas, aunque no las sienta realmente, porque no soy perfecta.

- Es hora. - me dice, y se levanta.

Me quedo pensando en mi último sueño, pero ya no lo recuerdo tan bien. Una especie de entrevista. Finalmente me levanto y pronto estamos camino hacia los muelles de Torukia, a las orillas del Mar de la Furia. El Tailandés conduce el rickshaw con pastuosa tranquilidad pero tan ligero que parece volar. Empieza a llover también, y las cadenas del dique que protege un lado de Torukia comienzan a rugir enfurecidos debido al viento que sopla desde occidente. Sin embargo son buenos vientos, después de tanto, son buenos vientos.

Hay una multitud en los muelles. Hoy es el día. GenTime y compañia han ganado la guerra, Torukia se ha rendido, y van a abrir el mercado al temible Capitalismo de la Roya. El ejecutivo de AgriGen, el Khun Yankee llegará y con él la terrible desolación se avalanzará sobre la gente, y entonces la esperanza se habrá acabado. Todos moriremos tarde o temprano, solo es cuestión de tiempo.

Khun Yankee.

Disparo.

La cabeza de Khun Yankee vuela en mil pedazos. Y el rostro de Khun Jaii, el ministro de Comercio se descubre estupefacto.

Disparo.

Su cabeza explota en tres partes.

Miro a un lado, mientras el fuego en los diques empieza a arder. La guerra ha empezado otra vez. Algo frío se asoma en mi sien, un disparador sónico, y entonces Kuan-San jala el gatillo. Recuerdo mis sueños, todos ellos, el primer día incluso que tuve vida en aquellas sucias fábricas japonesas, en aquellos vertederos de metal. Recuerdo el sonido de las fundiciones. Recuerdo a mi padre adoptivo, mis hermanos. Recuerdo también sus pulmones sangrientos en sus pies, el último aliento. La oscuridad.

- Lo siento - dice Kun-San mientras enciende un cigarro cerca de mi rostro. Sonríe.

Luego sólo oscuridad.

3 comentarios:

  1. Sólo paso por aquí para decir que ya no comentaré, pues tu ni cometas mis escritos, ¿cómo sabré que los lees? ;) Terima kashi.

    PD. Me dieron ganas de fumar. Quizá algún día muera así.

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  2. la musica de ghost in the shell es la cereza del pastel de un relato q tiene un in crescendo en el ritmo de los hechos que engancha y bien. como siempre por mas q el contexto sea futurista, el simbolismo es perfectamente aplicable a la realidad actual.
    un abrazo, rafael

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  3. Bellarte: Bueno, la verdad, si los leo. Pero cuando voy a decir algo, ya te lo han dicho todo, o casi todo. Tienes una constelación de comentadores.

    Ludobit: Tanto tiempo, Ludo. Y un comentario acertadísimo, como siempre. Un gusto tenerte como lector.

    Saludos a ambos, y un abrazo también.

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